Leyes y reglas en Arquitectura
Tenemos diversos Tratados de Arquitectura que desarrollan con bastante exactitud las medidas y las proporciones, que entran en el detalle de los diferentes Ordenes, y que proporcionan modelos para todas las formas de construir. Aún no tenemos Obras que establezcan sólidamente los principios que manifiesten el verdadero espíritu, y que propongan las reglas adecuadas para dirigir el talento y fijar el gusto. (...) Es necesario que un artista se pueda dar razón a sí mismo de todo lo que hace. Para ello necesita principios inmutables que determinen sus juicios y que justifiquen sus elecciones, de tala suerte que pueda decir que una cosa está bien o mal, no simplemente por instinto sino de forma razonada y como un hombre instruido en los caminos de la belleza.
(...) Hasta ahora la Arquitectura ha estado abandonada al capricho de los Artistas, que le ha impuesto los preceptos sin ningún criterio. Han fijado las reglas al azar, a partir de la simple inspección de los edificios antiguos, han copiado los defectos con la misma escrupulosidad que las bellezas; imitadores serviles, todo lo que venía autorizado por los ejemplos ha sidodeclarado legítimo. (...) Todos los modernos, a excepción de M. de Cordemoi, no hacen más que comentar a Vitruvio, ... este autor, más profundo que la mayoría de los otros , ha descubierto la verdad que para ellos estaba oculta. Su Tratado... contiene principios excelentes... De ahí he deducido:
1º que hay en la Arquitectura bellezas esenciales, independiente del hábito de los sentidos o de la conversión de los hombres;
2º que la composición de una obra de Arquitectura es susceptible, con todas las cosas del espíritu, de frialdad y de vivacidad, de exactitud y desorden;
3º que para este Arte, como para todas las demás, es necesario un talento no se adquiere, un genio que otorga la naturaleza; y que este talento, este genio, sin embargo, debe ser sometido y cautivado por las leyes. (...)
El origen de la Arquitectura
El hombre quiere hacerse un alojamiento que le cubra sin sepultarle. Algunas ramas cortadas en el bosque son materiales adecuados para su diseño. Elige los mas fuertes y los levanta perpendicularmente formando un cuadrado. Encima coloca otros cuatro transversales; y sobre éstos, otros inclinados en dos vertientes formando un vértice en el centro. Esta especie de techo se cubre con hojas tupidas para que ni el sol ni la lluvia puedan entrar; y he aquí al hombre alojado. Es cierto que el frío y el calor le harán sentir incomodidad en la casa abierta por todas partes; pero entonces rellenará de palos el espacio entre los pilares y así quedará asegurado... La pequeña cabaña rústica que ha descrito es el modelo sobre el que se han imaginado todas las magnificencias de la Arquitectura. Y es aproximándose, en la ejecución, a la simplicidad de este primer modelo como se evitan los grandes defectos, como se alcanzan las verdaderas perfecciones. (...)
...; jamás principio alguno fue más fecundo en consecuencias. Desde este momento, es fácil distinguir las partes que intervienen esencialmente en la composición... de aquellas que se introducen por necesidad, o de las que se han añadido por capricho. (...)
Nos mantenemos fieles a lo simple y a lo natural; son el único camino hacia lo bello... con un mínimo de conocimientos geométricos (el arquitecto) encontrará el secreto para variar hasta el infinito las plantas que diseña... El señor Frezier duda de que se pueda encontrar jamás un arquitecto capaz de salvar la arquitectura de la extravagancia de las opiniones, mostrándoles las leyes fijas e inmutables tal como yo auguro... pero yo no estoy dispuesto, como él, a esperar.
Ensayo sobre la arquitectura
Quisiera persuadir a todo el mundo de una verdad de la cual estoy seguro: las partes de un orden de arquitectura son las partes mismas del edificio. Por tanto, deben ser utilizadas no sólo para decorar el edificio sino para constituirlo. Es preciso que la existencia del edificio dependa hasta tan punto de su unión que no pueda retirarse una sola de esas partes sin que el edificio se hunda. Si se tiene bien presente en el espíritu este principio tan razonable como luminoso, se evitará cómodamente una cantidad de errores derivados de una práctica que se obstina en seguir el principio contrario. No se considerarán como verdadera arquitectura todas esas pilastras, esos entablamentos adosados a macizos que están allí únicamente con fines decorativos y cuya arquitectura se puede destruir a golpes de cincel, sin que el edificio pierda nada más que un adorno. Por elcontrario, las columnas aisladas que llevan su entablamento en platabanda, no dejarán jamás lugar a dudas sobre el verdadero espectáculo arquitectónico que ofrecen, pues salta a la vista que no se podría tocar ninguna de las partes sin dañar y arruinar el edificio.
Ocurre en la arquitectura como en todas las demás artes: sus principios se basan en la simple naturaleza, y en los procedimientos de ésta se hallan claramente marcadas las reglas de aquélla. Consideremos al hombre en su origen primero sin otra ayuda, sin otra guía que el instinto natural de sus necesidades. Necesita un lugar de reposo. En la orilla de un arroyo tranquilo ve que hay césped cuyo verdor naciente agrada a sus ojos, su tierna pelusa lo invita, se dirige hacia allí y blandamente tendido sobre ese tapiz esmaltado no piensa más que en disfrutar en paz de los dones de la naturaleza: nada le falta, nada desea. Sin embargo, al poco rato al ardor del sol que le quema lo obliga a buscar un abrigo. Repara en un bosque que le ofrece la frescura de sus sombras; el hombre corre a esconderse en su espesura y allí se encuentra a gusto. No obstante, mil vapores se alzan al azar, se encuentran y se unen, gruesas nubes cubren los aires, una lluvia espantosa se precipita como un torrente sobre este bosque delicioso. Mal protegido por las hojas, el hombre ya no sabe cómo defenderse de una humedad incómoda que lo cala por todas partes. Ve una caverna, se desliza en su interior y, al encontrarse al abrigo de la lluvia, se regocija de su descubrimiento. Pero nuevas molestias le incomodan también en esta estancia. Allí se encuentra en tinieblas, respira un aire malsano y sale de allí resuelto a suplir mediante su destreza las desatenciones y negligencias de la naturaleza. El hombre desea hacerse un alojamiento que lo abrigue sin sepultarlo. Algunas ramas caídas en el bosque constituyen los materiales aptos para su designio. Elige entre ellas cuatro de las más fuertes, las hinca perpendicularmente y las dispone en un cuadrado, sobre las mismas coloca otras cuatro atravesadas y sobre éstas dispone otras inclinadas a ambos lados y confluyentes en una punta. Esta especie de techo es cubierto con hojas lo suficientemente apretadas de modo que ni el sol ni la lluvia puedan atravesarlo, y he aquí al hombre alojado. Es verdad que el frío y el calor le harán sentir su incomodidad en su casa abierta por todo lados, pero entonces él llenará los vacíos entre los pilares y se encontrará seguro.
Este es el camino de la simple naturaleza; gracias a la imitación de sus procedimientos es como nace el arte. La pequeña cabaña rústica que acabo de describir, es el modelo según el cual se han imaginado todas las magnificiencias de la arquitectura. Aproximándose ese primer modelo en la ejecución de la simplicidad es como se alcanzan las verdaderas perfecciones y se evitan los defectos esenciales. Las piezas de madera colocadas perpendicularmente nos han sugerido las columnas. Las piezas horizontales colocadas encima nos han sugerido los entablamentos. Por último, las piezas inclinadas que forman el techo nos han dado la idea de los frontones; esto es admitido por todos los maestros del arte. Pero hay que actuar con precaución; ningún principio ha sido más fecundo en consecuencias. De ahora en adelante es fácil distinguir las partes esenciales en la composición de un orden arquitectónico de aquellas que se introducen por necesidad o de las que se añaden por mero capricho. En las partes esenciales es donde residen todas las bellezas; en las partes introducidas por necesidad residen todas las licencias y en las añadidas por capricho residen todos los defectos. (...)
Quizá se me objete que reduzco la arquitectura a casi nada, puesto que al salvar las columnas, entablamentos, frontones, puertas y ventanas, suprimo todo el resto. Es cierto que le quito a la arquitectura muchas cosas superfluas, que la despojo de cuantiosas baratijas que le daban un aspecto vulgar, que no le dejo más que lo natural y sencillo. Pero que nadie se equivoque, no privo a la arquitectura de su trabajo ni de sus recursos. Yo la obligo a proceder siempre sencilla y naturalmente, a no presentar nunca nada que ofenda al arte o lo limite. Quienes conocen el oficio, estarán de acuerdo conmigo en que en lugar de abreviar el trabajo les impongo un arduo estudio, una precisión extraordinaria. Además, dejo al arquitecto muchos recursos. Si el arquitecto tiene inventiva y someros conocimientos de geometría, con lo poco que pongo en sus manos encontrará el secreto para diversificar sus planos hasta el infinito, para recuperar mediante la diversidad de las formas lo que pierde por el lado de cosas superfluas que yo le suprimo. Hace siglos que se vienen combinando de manera diferente las siete notas musicales y, sin embargo, es imposible que se hayan agotado todas las combinaciones que ellas permiten. Opino igual sobre las partes que constituyen la composición esencial de un orden arquitectónico. Son poco numerosas pero sin añadir nada se las puede combinar hasta el infinito.
Abad Marc-Antoine Laugier
1753 Ensayo sobre la arquitectura
Giambattista Piranesi 1720-1778
Vedute